jueves, 26 de junio de 2014

Los micrófonos

En un mundo idílico, lo que os voy a contar hubiera sido así:

S estaba sentada en el café acordado y tamborileaba algo nerviosa sus dedos sobre su releído ejemplar del "Ulises". De fondo sonaba alguna canción, pongamos de Nina Simone. La puerta del reposado local se abrió y dejó entrar toda la luz del sol de mediodía junto con B, que vestía una exquisita prenda de gasa que dejaba entrever su esbelta figura. Llevaba bajo el brazo un elegante capazo con exquisitas pertenencias y las notas de alguno de sus muchos proyectos. Sus miradas se encontraron al instante y la conversación fluyó hasta que el mediodia pasó a ser tarde y la tarde, noche. Nadie les molestó pero fueron contempladas y admiradas por todas y cada una de las personas que pasaron por el tranquilo café. La medianoche llegó y, cual cenicientas, se besaron en sendas mejillas y se despidieron hasta más ver. 



Pues no. No fue así.

B y S dejaron a sus dulces chiquillos con sus padres y decidieron conocerse, junto a sus consortes, en un pueblo de la costa española cuyo nombre no voy a desvelar por mantener intacto su encanto. Eran pasadas las diez p.m. cuando nuestras protagonistas se vieron las caras por primera vez y esa luz de la noche fue la que mantuvo a buen recaudo las posibles imperfecciones de sus cutis sin maquillar durante toda la noche. Estuvieron hablando y deleitándose con los manjares que el gran chef de Niki Beach tuvo a bien servirles. Después llegaron las bebidas junto a la piscina con bolas flotantes de colores y budas alrededor de ésta. Fueron ignoradas junto a sus amantes por las repartidoras de flyers molones y tachadas de solteronas amargadas por un robasillones cuando sus queridos maridos fueron a por una segunda ronda. Nuevas parejas de edad avanzada liberaban su amor en sillones cercanos mientras que las señoras no afortunadas decidían amar la taza del baño. Las tres a.m. fue la hora en la que las dos parejas decidieron separar de nuevo sus caminos y dirigirse a controles de alcoholemia costeros que salvaron con elaboras técnicas de persuasión. Todo un éxito.



lunes, 16 de junio de 2014

Vacacionar, el concepto

Si habéis leído el último post de mi archienemiga sabréis que la tía nos ha querido poner los dientes largos con su viaje a México. Ha querido demostrarnos que irse de vacaciones en temporada baja y a un sitio recóndito es lo más molón del mundo. Y lo es. Ella es así. Por eso la odio. 

La palabra vacaciones tiene su origen en el latín vacans, del verbo vacare de toda la vida, y que no significa otra cosa que estar libre, desocupado. Lo que viene siendo no ir a trabajar y, por extensión para la gente que no trabaja (por decisión u obligación), dejar de hacer lo que se suele hacer normalmente, lo rutinario. La etimología anglosajona hacía sólo referencia a los días sagrados y con el paso de los siglos se ha convertido en "quemarse y ponerse ciego de cerveza en la costa española". 

Aunque sabemos que soy prácticamente una madre adolescente, ya tengo un pasado importante y unas cuantas vacaciones a mis espaldas. Y sinceramente me planteo en qué momento vacaciones y viajar se convirtieron en sinónimos. En serio. Viajar me parece una de las mejores experiencias del mundo y es por ello que prefiero renunciar a muchas cosas y poder escaparme a conocer sitios preciosos y otros que no lo son tanto. ¿Pero realmente descansamos de viaje? En nuestro caso no. Aprendemos, disfrutamos, descubrimos, pero lo de "estar libre" no lo cumplimos ni de coña.




Otra manera de hacer vacaciones es la de viajar a sitios ya conocidos, pueblos de interior o costeros con los que nos une una tradición familiar o no, y en los que pasamos horas sin hacer nada. En mi caso la experiencia es costera y, tras pasar un día o una tarde en la playa , siempre se suele decir eso de "es que la playa cansa". No. La playa no cansa. Lo que cansa es que por la noche has dormido poco ya sea por salir a beber y bailar, jugar al escondite o al parchís. Cada actividad depende de la edad y que cada uno las distribuya según su experiencia personal. Vaya que tampoco descansamos porque llegamos a estar cansados hasta de aburrirnos. 





Conclusiones: ninguna. Tampoco pretendía sacarlas. Lo ideal para mí sería tener un mes de vacaciones (muy bien pagadas) y poder combinar quince días viajando y los otros en la montaña o en la playa, a gusto del consumidor. 

Ahora es cuando tras ir de genérica y humilde os paso un power point con fotos de todos los sitios molones a los que he viajado y luego de los sitios playeros maravillosos en los que he ido cogiendo pecas. Mejor no. Eso se lo dejo a la Boticaria que se le da de vicio. 

Aprovecho y me pongo de cultureta (que me mola) y os recomiendo una película dirigida por Julie Delpy que refleja muy bien lo que os digo de los veranos en lugares ya conocidos y en familia. Se llama "Le Skylab" y acabo de ver que se tradujo como "Verano del 79". Sin comentarios.






   

lunes, 9 de junio de 2014

Una semana en Chiapas (I)


Hace unos meses ni se me hubiera pasado por la cabeza pasar una semana en Chiapas. Sin embargo, por una serie de carambolas hemos acabado allí de vacaciones. En primer lugar, los agradecimientos:

- A Pablo, el madrileño por el mundo (el que salió en la tele, sí) que vive desde hace muchos años en Chiapas y que nos preparó una ruta muy trotera por la región. Día por día, piedra por piedra, hotel por hotel. Impagable su amabilidad y ese par de hojas impresas que nos acompañaron en la guantera del coche.
- A Mónica, mexicana afincada en España, por darme el empujón definitivo para visitar el lugar. Confieso que al principio yo recelaba un poco del entusiasmo de mi marido, por mucho que él confiara en Pablo. Finalmente me autoconvencí por un argumento de peso: "si les gustó a los suegros de Mónica, unos señores castellanoviejos como Dios manda, igual el sitio no está mal del todo".

Dia 1

Cañón del Sumidero- Chiapa de Corzo- San Cristóbal de las Casas

El Cañón del Sumidero es una falla espectacular a la que se accede en barca durante un recorrido de unos 15km que termina en la presa de Chicoasén (aunque el barquero, para impresionar al turista, afirme sin temblarle el bigote que la "travesía" consta de 80km ida y vuelta).



 El paisaje es sobrecogedor en algunos puntos ya que la pared del cañón alcanza un kilómetro de altura. A mayores, el barquero, para terminar de impresionar al turista (y de paso llevarse unos pesos extra de propina) tratará de localizar cuantos cocodrilos, monos araña y demás especies exóticas se pongan a tiro con gran regocijo del personal. Y es que, realmente, tener un cocodrilo a un metro de la barca, impresiona. Al barquero le acabas dando lo que te pida, pero para que acelere.



Al final del recorrido, junto a la presa, se genera un "ecosistema" que me recordó (sin tener nada que ver) a las marismas de Doñana por la profusión de aves acuáticas que allí pasan sus días, como garzas y pelícanos entre ellos.

El embarcadero está situado en Chiapa de Corzo, un pueblecito de aspecto típico colonial que merece un tranquilo paseo por sus calles y por su mercado en el que la actividad local y comercio diario se mezclan con algunos puestos destinados al turista ocasional. 

Tras conocer el cañón y dar una vuelta por el pueblo, la siguiente parada en nuestra ruta era San Cristóbal de las Casas. En 1994 San Cristóbal de las Casas fue tomado por los zapatistas influyendo este hecho decisivamente para convertir la ciudad en lo que es hoy en día. Se trata de una población de casi 200.000 habitantes, también de aspecto colonial, donde conviven en armonía los locales (entre los que pululan diariamente numerosos indígenas de los pueblos cercanos) con miles de bohemios, intelectuales (e incluso algún desnortado) venidos de todo el mundo en la búsqueda de la senda zapatista, del ideario, del origen y de las fuentes de la revolución.



Al atardecer, en cualquier café del lugar que se precie, florece un grupo de música en directo. Sus mesas se llenan de señores con barba y señoras con sombrero (la combinación señores con sombrero y señoras con barba también se da) dispuestos a agotar la tarde en una tertulia infinita con una bebida y cualquier cosa que se pueda fumar. Si se pasea por sus calles, se pueden escuchar recitales de poesía a través de los ventanales abiertos de los edificios que acogen múltiples centros culturales, o ver correr apresurado a un cuarteto de cámara con los violines al hombro porque no llegan a tiempo para su concierto. Es un ambiente especial y casi mágico el de la puesta de sol en San Cristóbal.



 Sentado en esos cafés, no tardan en acercarse a las mesas a vender pulseras las niñas indígenas. Minutos después, exactamente las mismas pulseras de la niña indígena puede ofrecértelas un chaval pelirrojo europeo en poncho, enfundado en sus 501 y calzando el último modelo de Vans. El perroflautismo ilustrado y adinerado también tiene su hueco en San Cristóbal de las Casas.

Nuestro primer día en San Cristóbal consistió, básicamente, en comer cochito frito y un helado de cacao (de pecado mortal sin purgatorio), en pasear, pasear, pasear por sus calles y por el mercado de artesanía, y, fundamentalmente, en ver morir la tarde en una de esas terrazas (la del Café Praga) mientras desde el interior alguien no cantaba del todo mal con un micrófono y una guitarra. Se alternaba Ismael Serrano con Bisbal, sin mayor reparo. Para ser el primer día y haber cogido (perdón, tomado) previamente tres aviones, lo dimos por bien empleado.

Dia 2

San Juan Chamula- Comitán- El Chiflón- Parador Santa María

Nos levantamos en San Cristóbal de las Casas y tras sortear a una docena de mujeres que se afanaban en vendernos una especie de arroz con leche (mi religión y mis 12 créditos de microbiología me prohiben comer en la calle) localizamos un café en los soportales de una bonita plaza, A pesar del universal y ya impersonal aspecto a Le Pain Quotidien, allí servían desayunos con sabor chiapaneco como el pan de elote. Se trata de una especie de bizcocho, de sabor rico, pero con unos tropezones de maíz, que no me sedujeron. Ahora bien, el chocolate del desayuno, espectacular. Lo del cacao allí lo tienen muy dominado y eso es un plus para los que no tomamos café.

El último día de nuestro ruta terminaba en Chiapas así que decidimos dejarnos para la vuelta algún atractivo (como el mercado indígena) y poner rumbo a San Juan Chamula.



San Juan Chamula es un pueblo habitado por los tzotziles (una etnia maya) quienes han preservado muchas de sus costumbres. Lo más reseñable, junto con el mercado indígena frente a la iglesia, son los ritos que ocurren en el interior de ella. Se trata de una mezcla de sus rituales previos a la evagelización que conviven entre los santos católicos, apostólicos y romanos. Tras rezar en lenguas extrañas, retuercen el pescuezo de gallinas sin inmutarse, y después beben licor de maíz en botellas de Coca-cola (que previamente también bendicen, o exhorcizan, o a saber). Se trata de una iglesia sin bancos, con hierbas y velas desperdigadas por el suelo, donde se crea un ambiente en el que cualquiera, por poco pudor que posea, se siente, irremediablemente, invasor de la intimidad. Y sin embargo, uno no puede dejar de mirar a esas gallinas que dan sus últimos saltitos envueltas en bolsas de basura negras, y asombrarse de que, en el año 2014, algo así pueda seguir existiendo.



El siguiente punto del "orden del día" era Comitán. Otro pueblecito colonial cuya vida surge en torno a la plaza. Una pintoresca plaza de bancos de forja donde no cabía un solo limpiabotas más. Yo que soy muy de buscar analogías con mi tierra, tuve la impresión de que Comitán es a esa zona de Chiapas lo que Alcázar de San Juan a La Mancha Centro. Es decir, un lugar no especialmente bonito pero funcional, donde la gente de los alrededores lleva el coche al taller, o va a comprar comida, ropa, o trajes de novia entre otras cosas. ¡Qué cantidad de tiendas de novia! ¡Y qué diseños! Entramos en un mercado cubierto y fue entretenido, para, entre otras cosas, comprobar que mientras en España se monta la mundial por aquello de que si los yogures caducan o no caducan, en Chiapas viven felices sin ni siquiera refrigerarlos.




De Comitán a las Cascadas de El Chiflón. El Velo de la Novia es una tremendísima cascada de unos 120 metros de altura, que son muchos, con un mirador justo delante donde uno se refresca con el agua que cae (como si te pones a mirar a los que montan en el Tutuki Splash, pero a lo bestia). El recorrido por las cascadas me recordó a los domingos de primavera de hace veinte años con mis primos en el Nacimiento del Río Cuervo. Salvando la abismal distancia entre las cascadas, aprovecho cuña publicitaria para comentaros que el Nacimiento del Río Cuervo está a tiro de piedra de Madrid y es un gran plan dominguero. Al igual que en El Chiflón, el plan de la Sierra de Cuenca también incluye orquídeas en la visita.





Y de El Chiflón, al Parador de Santamaría. Se trata de una antigua plantación de café reconvertida a un hotel muy cuco, de únicamente ocho habitaciones. El botones se apresuró a contar con orgullo que "aunque antes era de españoles ahora ya es de propietarios mexicanos". Lo cierto es que después de haber visto 12 años de exclavitud uno no puede mirar estos sitios con los mismos ojos.




Esta hacienda es un lugar casi idílico, absolutamente cuidado, con jardines de cuento, una encantadora piscina e incluso una ermita que alberga un museo de arte sacro. Entre sus instalaciones hay incluso un decadente salón nocturno con barra, billar, y obsoletos reproductores de música que, se intuye, en otra época dieron vida a gloriosas fiestas.



El tópico de que hay lugares donde se detiene el tiempo, allí alcanzaba su expresión máxima. Durante las escasas quince horas que duró nuestra estancia fuimos los únicos huéspedes del hotel, así como los únicos comensales de su restaurante (junto con los sapos que nos acompañaban). Mención especial para el café del Parador, que sigue cultivándose en su huerto. Preparan una especie de "capuccino invertido" con leche cremosa en la parte inferior y café caramelizado encima que consiguió que hasta yo, que como ya he comentado, no tomo café, me viera en la obligación moral de repetir.





El único punto negativo del Parador de Santamaría fue no poder quedarnos a pasar dos días más entre las  orquídeas del jardín y las polvorientas licoreras de su salón de billar. Como no podía ser de otra forma, un lugar tan especial tenía Thonets casi en cada estancia.





Día 3

Chincultik-Lagunas de Montebello- Las Nubes

Tras el memorable desayuno en El Parador de Santamaría, y con la firme promesa de volver allí algún día para simplemente "estar", nos encaminamos hacia Chincultik, que resultó una de las paradas más especiales del viaje.





Chincultik en maya significa cenote escalonado. Son unas ruinas coquetas, que conviene visitar antes de Palenque, para no mirarlas por encima del hombro y poder saborear como merecen.  Nosotros recordaremos Chincultik, entre otras cosas, por el silencio que dominó la visita. Llegamos los primeros (serían las diez de la mañana, tampoco fuimos especialmente madrugadores) y pudimos disfrutarlas absolutamente solos. Tras subir un monte y unas terrazas escarpadas se llega al mirador donde, como recompensa, aguardan las pirámides y desde el que se contempla un increíble cenote. Un cenote que uno se imagina cual hambrienta fauce donde irían a dar con sus huesos todos aquellos esclavos o personas non grata que sacasen los pies del tiesto en aquella sociedad maya.





Salimos de allí con la sensación de que, tras el café del Parador y la "experiencia religiosa" en Chincultik no habría nada que pudiera enamorarnos más en todo el viaje. Pero nos equivocamos.

El siguiente punto en el orden del día marcado en la ruta de Pablo eran las lagunas de Montebello. No era el mejor día para visitarlas debido a que el cielo estaba nublado y no pudimos apreciar el color esmeralda de sus aguas, que es una de sus principales características. Como ventaja, aquel día se les habían acabado los tickets y la entrada era gratis. Eso estuvo bien. Las lluvias de los días previos le habían conferido al agua un color verde moco que, si bien le restaba belleza al conjunto, no conseguía en modo alguno arruinar la espectacularidad del paisaje. En muchas de las lagunas había balsas a base de troncos de corcho, sin motor, en las que dar un rústico y bucólico paseo.



Las lagunas más importantes son Esmeralda, 5 lagos, Tziscao e Internacional. Esta último recibe el nombre debido a que la mitad del lago pertenece a Guatemala y la otra mitad a México, siendo la frontera las boyas que se aprecian en la foto inferior.





En la entrada a los lugares de interés siempre hay guías ofreciéndose a enseñar el entorno. Nosotros no somos demasiado fans de viajar acompañados (y menos de este tipo de guías locales que, por lo general, tienen la misma credibilidad que los niños de Slumdog Millionaire enseñando el Taja Mahal). Sin embargo, en esta ocasión decidimos contratar a uno de ellos puesto que había algo muy importante que necesitábamos encontrar y para lo que necesitábamos un guía: una tele donde se sintonizase la final de la Champions League.




Miguel nos guió hasta un restaurante (si puede llamarse así), prácticamente el único con televisión en la frontera con Guatemala, allá donde no había cobertura telefónica y mucho menos internet. Comimos una mojarra (pez de la foto) en la misma mesa que los hijos del dueño del restaurante, y, dado el tiempo que tuvimos que pasar allí debido a la prórroga, les acompañamos también durante la merienda.  Lástima que sólo uno de nosotros dos pudiese celebrar el fin del partido, pero, afortunadamente, fui yo.

De las lagunas de Montebello partimos hacia Las Nubes. Aquí ya comenzó la aventura real y nos adentramos en la selva profunda por carreteras maltrechas a 40 km/h.




Hablamos de una zona donde ya no hay Paradores con encanto ni cafés de autor. Ni siquiera la posibilidad de utilizar el teléfono. Hablamos de una zona donde se duerme en cabañas y donde lo único que ofrece el restaurante son "sincronizadas o quesadillas" (que resultan ser los mismos perros con distintos collares). Se trata de un lugar escondido, tanto que la carretera principal está cortada y se accede por un camino de tierra que desemboca en un puente colgante. Sí, tuvimos que abandonar el coche al otro lado del puente y cruzarlo con las maletas para poder llegar al Centro Ecoturístico donde dormíamos. Por si alguien se lo pregunta, en esta ocasión no éramos los únicos huéspedes, pero casi: había otra pareja de iluminados en las instalaciones.


Y lo tremendo no es llegar a la cabaña cruzando el puente del troll a lo Dora, no. Lo tremendo es la sorpresa cuando, maleta en ristre, mientras uno va pisando con cuidado esas tablas que se mueven más que las del Puente San Pablo (otra vez Cuenca) y se pregunta si ese vallado de pista de fútbol barata aguantaría un tropezón, de pronto gira la cabeza y se encuentra con ésto:




Cuando uno llega a Las Nubes se siente como en un capítulo de Lost. Entre ruinas, pero esta vez no mayas, sino ochenteras o setenteras, de alguien que decidió que aquello era un lugar idílico para vacacionar, pero que después cambió de idea (o le forzaron a cambiar).




 En Las Nubes, además de las cascadas que se observan desde el puente colgante, hay un sendero ascendente con un mirador desde el que se observa algo tan impresionante como esto:



También se puede visitar "el túnel". Una garganta donde el agua desaparece con fuerza. El camino, una vez más lo hicimos en soledad, acompañados en esta ocasión por algunas culebras (quiero pensar que eran inofensivas culebras) que se nos cruzaban de vez en cuando.



Dormimos en una cabaña a unos 200 metros de la cascada cuyo ruido de fondo nos acompañó durante toda la noche, junto a las miles de luciérnagas que nos rodeaban. Sin duda, una experiencia.

Y hasta aquí los primeros tres días de nuestra semana en Chiapas. Si aún quieren ustedes saber más, incluídas nuestras retenciones varias por parte de los zapatistas, atención al próximo capítulo.

*Todas las imágenes, excepto la de la Catedral de San Cristóbal y la de la iglesia de San Juan Chamula (wikipedia) las hice yo con el móvil o con la cámara que nos regalaron con el plan de pensiones. Disculpen la tosquedad, y quédense con la idea de que, en directo todo gana, y mucho.











viernes, 6 de junio de 2014

Un poema, tres canciones y una película

Esto no es un post. Esto es un anexo a mi último post que a su vez era la segunda parte de otro: Canta que Cantarás I

La poesía es maravillosa y más si es de Federico García Lorca. La voz es don muy preciado y envidable en el caso de Leonard Cohen, Enqrique Morente y Sílvia Pérez Cruz. El cine es también placer para los sentidos y esta vez de la mano de Sarah Polley como directora. No me quiero extender más. Que los artistas se expresen. 












Publico este post con la piel de gallina y lágrimas en los ojos. ¡Qué dolorosa la impotencia del amor no correspondido!

Nota: la película hay que verla. En serio. De momento todas las veces que la he recomendado ha gustado. 

martes, 3 de junio de 2014

Canta que cantarás II

Lo prometido es deuda y continúo con mi post de cantautores. 
Antes de seguir os pido que no tengáis en cuenta todos los vídeos que he añadido porque algunos son de pena, pero son la mejor manera de añadir las canciones. Gracias. 


Son muchos los cantautores que han compuestos grandes canciones que otros han hecho famosas. Uno de los casos que siempre vienen a mi mente es el de Pedro Guerra y su Contamíname. Canción que llevaron a la fama (y a la saciedad) Ana Belén y Víctor Manuel. A mí la voz de Pedro Guerra me gusta. Para rizar el rizo voy a poner un tema de Aute interpretado por Pedro Guerra: Pasaba por aquí




Hay cantautores con canciones tan bonitas que el resto no tiene más remedio que rendirles homenaje. Una de esas grandes canciones es Gracias a la vida de la polifacética Violeta Parra, de los Parra de Chile de toda la vida. Hermana de Nicanor Parra, poeta que os recomiendo(le dieron el Cervantes en 2011, seguro que os suena). Os pongo vídeo de un directo en el que Mercedes Sosa y Joan Baez cantan la conocida canción. Ahí es nada. 



Los cantautores acostumbran a musicar los versos de grandes poetas. Creo que uno de los grandes ejemplos es el de Serrat con Antonio Machado. Hay puristas a los que no les parece bien. Yo, que de purista tengo poco, considero maravilloso que se compren libros de poesía gracias a la música. En este sentido (y por ser algo más actual, poco), os recomiendo el homenaje que diversos cantantes hicieron a Pablo Neruda en el disco, y concierto, Neruda en el corazón. Me quedo con Miguel Poveda y Me peina el viento los cabellos y con Julieta Venegas con A callarse.



                                     


Es imprescindible que añada Te recuerdo Amanda de Víctor Jara. Igual que es imposible resistirse a poner el homenaje que le rindió Bruce Springsteen hace menos de un año cantando Manifiesto. ¡Qué arte tiene el tío ganándose a la gente! Normal que sea el jefe. 




Antes de hablaros del último artista, os voy a confesar que esto de compartir cantautores me ha gustado mucho más de lo que imaginé y que en un futuro, algo lejano, no os quiero agobiar, haré otro post sobre cantaurores que no canten en castellano. Es que me parece un insulto dejarme a Jacques Brel, Charles Aznavour, Raimon, Maria del Mar Bonet, Tracy Chapman, Bob Dylan, Franco Battiato y muchos más que no voy a desvelar. También he pensado en Carla Bruni y me parto. 

El último será el primero. El primero fue Paco Ibáñez en el post del patrón, León Felipe, y él debe ser el que cierre el post. Paco Ibáñez hace que me entre la risa floja con sus explicaciones previas a las canciones, sobre todo en su mítico concierto en el Olympia cuando introduce Andaluces de Jaen de Miguel Hernández. A su vez os diré que su manera de cantar los versos de los poetas españoles del 27 hace que la piel se me ponga de gallina, la sangre se me remueva y que me entren unas ganas locas de reivindicación. Sentimientos que en un día como el de hoy (ayer el rey que nos ha guiado por la larguísima transición abdicó) no van mal recordar. Y con un vídeo de A Galopar junto a Rafael Alberti me despido.
  



Si tras escuchar esta canción no os dan ganas de comeros el mundo es que no tenéis sangre. En serio. ¡Salud y república!