lunes, 31 de marzo de 2014

Borriquito como tú

Post breve con finalidad clara: ¡dejad de hacer faltas, malditos! Poco me importa que sea un post, un tuit, un sms o por whatsapp. La ortografía y la gramática nos hacen grandes y sobre todo nos diferencia de la gente descuidada e indecente. 
Me podéis comprar este póster aquí


  • El imperativo acaba en -d.
   
    Ejemplos: Correcto: ¡Corred malditos! 

              Incorrecto: ¡Correr malditos!

  • Ay(interjección), ahí (adverbio de lugar) y hay (verbo haber)

    Ejemplos:
¡Ay! Me encanta "The Good Wife".

              La silla de ahí es diseño de los Eames.

              No hay pan para tanto chorizo.


  • Sobre todo es un expresión sinónimo de "principalmente". Son dos palabras: sobre y todo. Sobretodo existe y es una pieza de abrigo. 

  • Para la acentuación pongo enlace con ejercicios aquí y os destaco las que más me duelen por lo habituales: después, también, más(averbio de cantidad), día, todavía y un largo etcétera.

  • En castellano las interrogaciones (¿?) y exclamaciones(!¡) se abren y se cierran y es bonito porque diferencia esta lengua de muchas otras. Además de útil para saber la entonación que debemos dar a lo que leemos. 

  • Seguro que en el colegio os lo decían "echar lo primero que echa es la hache". Pues sigue vigente. Si no sabéis cómo va ese echo/hecho el truco es ponerlo en infinitivo.

     Ejemplo: Me han echado (echar) por haber hecho (hacer) trampas. 


  • Haber(verbo)/ A ver (preposición y verbo): suenan igual, pero no son lo mismo. Truco "haber" en infinitivo suele utilizarse como verbo auxiliar, es decir, que acompaña a otro.
     Ejemplos: A ver si dejo de escribir post chorras.
               Tiene que haber alguna revista interesante. 

  • Qué/Cuánto llevan tilde cuando es un pronombre interrogativo o exclamativo. 
 
     Ejemplos: ¡Qué pesadita con el post!

               ¿Qué pasa con el post sobre cuentos?

               ¡Cuánta gente lleva el mismo jersey rosa!

               ¿Cuántos comentarios tendrá este post?


Me estoy alargando y me doy cuenta de la cantidad de errores comunes que me dejo en el tintero. Si eso haré otro post; o no. Espero que os haya servido de algo aunque la mayoría de mis fieles y queridos lectores sois escritores de categoría.








miércoles, 26 de marzo de 2014

Sonia y Serena

Se llama Sonia, es de Sevilla (profunda), tiene 16 años, y era la primera vez que montaba en un avión. Estaba contenta porque viajaba con el 80% de sus compañeros. "Nos pusimos como locos a vender mantecados El Patriarca en Navidad para que pudiera venir más gente. Por la crisis. Ya sabes."

Ya sé, ya.

A Sonia le encantaba el destino. "Otros años han ido a Roma, pero ver monumentos es un rollo. Londres mola porque es más... es más... ¡moderno!" Y, a falta de sinónimo fácil, repitió moderno unas catorce veces. Aún añadió otro argumento: "La gente lo que quiere es ir a comprar, y a ver qué vas a comprar en Roma. Eso sí, el año pasado los mayores robaron en un Primark y se lió una gorda, hay que tener cuidado".
No me aclaró si los que tienen que tener cuidado son los de las tiendas o ellos mismos.

"Tengo ilusión porque no sé si volveré a Londres. A mí lo que me gusta de verdad es ir a Matalascañas, que me pilla cerca".
Dicho ésto, llegó un chico que era todo sonrisa detrás unos brackets, y se pusieron a pelar la pava.

Sonia y yo nos hicimos amigas, tan amigas, que a puntito estuve de aterrizar con una pulserita de gomas flúor en mi muñeca. Y, a pesar de que a ella no le sonaba de nada el señor que iba en el asiento de delante, se lo perdoné.


No se llama Serena, pero era clavada al personaje en Gossip Girl. Probablemente sea bielorrusa y tiene la edad muy justa para poder beber alcohol. Se bajó entre risas de una limusina junto con dos amigas delante de un restaurante en Mayfair.

Quiso el destino que nos sentasen en una mesa junto a las tres futuras Barbies. No entiendo bielorruso, pero por sus gestos apostaría a que hablaban de ropa y de chicos.

Las tres niñas de piernas largas y vestidos cortos, sin medias, compartieron, por toda cena, un plato de gambas tempura y diez makis. Eso sí, completaron la cuenta con media docena de mojitos y dos botellas del vino más caro de la carta.

Claramente no habían ido allí a cenar.

A la salida, tuve la suerte de compartir baño con ellas. Con las tres. Conozco a gente que hubiera pagado por estar ahí. Mientras las veía recolocarse pechos y maquillajes, con la clara intención de salir hacia algún club, me acordé de Sonia y de su más que probable botellón paralelo en alguna habitación de su hotel.

Sonia y Serena. De niñas a mujeres. Primera vez en Londres. Probablemente hasta se crucen en algún punto. Será lo más cerca que estén de tener algo en común en toda su vida.



lunes, 24 de marzo de 2014

La de las patas cortas

Puede que os hayan dicho que mentir es feo, incluso que os iba a crecer la nariz al hacerlo. Mentían. Y lo sé porque mi nariz es cosa de la genética y porque ahí sigue, intacta, falacia tras falacia. 



He hecho una vasta compilación informativa con la única intención de verificar mi teoría. Como soy un encanto, os voy ahorrar todo el tostón y os digo que, en efecto, llevo razón: mentir no es malo. Nuestros padres nos han dicho que lo es (y yo lo haré con Moneypenny por tradición), pero ¿qué pasa cuando la mentira es mucho mejor que la verdad?, ¿cuándo lo que te cuentan te aporta un bienestar que  jamás hallarías en la realidad? Veamos unos ejemplos y me decís:


Caso 1: Un amigo, bien entrado en la treintena y con toda la ilusión del mundo, se presenta ante ti con una barba propia de un adolescente y te dice ¿qué te parece? A mí, que soy pariente lejana de Satán, me parecen cuatro pelos que podrían confundirse con unos churretes, pero con mi mejor sonrisa le diré que está guapo. A lo largo de la velada ya le iré persuadiendo para afeitarse, con cariño, alcohol de por medio, y consiguiendo que parezca idea suya. 





Caso 2: Tu madre/padre te encuentra un paquete de tabaco en la mochila. Tu progenitor, cual descendiente de Sherlock Holmes, te pregunta "¿de quién es esto?". La respuesta NUNCA puede ser "mío". De hecho la propia pregunta parcial (tipo de interrogativa que difiere de la total porque espera una respuesta abierta que no sea ni sí ni no) ya te está abriendo camino a la mentira, a la exculpación, al "de mi amiga Ivette* que si se lo pillan en casa la matan". Y tus padres, que saben que mientes, se quedan tan tranquilos con un "dile que no fume que es muy malo. Sé una buena amiga y no se lo guardes más." .





ATENCIÓN: la próxima situación NO es apta para menores.


Caso 3: esta situación la explico en clave femenina y heterosexual, pero todos me vais a entender, hombres y mujeres independientemente de vuestra orientación sexual. Si tu pareja, sea de larga duración o nueva adquisición, te pregunta por el tamaño de su miembro viril en comparación a tus otros posibles ligues sólo tienes una opción, bueno dos: ser sincera y alegrarte de estar con el bien dotado o mentir cual bellaca (mi caso es el primero, la duda ofende).




Os podría estar dando supuestos hasta la saciedad y en todos y cada uno de ellos el embuste sería la mejor opción. Seguro que si nos ponemos quisquillosos somos capaces de decir que a veces decir la verdad está bien pero yo, por sistema, creo que una bonita mentira y una sonrisa conquistan el mundo. 


*Si mis padres leen esto, que sepan que en mi caso el paquete de tabaco SÍ que era de Ivette. Si lo lee Ivette, petons. 

miércoles, 19 de marzo de 2014

Orgullo Mainstream


Esta primavera voy a organizar el día del Orgullo Mainstream. Está todo pensado. Me falta atar algún fleco con el ayuntamiento y Protección Civil, pero lo gordo ya lo tengo: a Ana Botella le ha flipado el nombre.
Será en domingo, que es un día muy mainstream. Y cortaremos el tráfico también al estilo mainstream, como si del día de la bici o del ganado trashumante se tratara. En los altavoces sonará también algo mainstream, como Raphael. Sí, Raphael, el del anuncio de la lotería. Espera, no, que Raphael va en agosto al Sonorama y es hipster. Es que me lío. Por eso el día del Orgullo Mainstream es necesario.
Y es que será porque crecí en un pueblo (en un pueblo de los de verdad, de los de ovejas por la calle todo el año, no en la semana de la lana en el callejón de Jorge Juan) que a mí todo esto me agota. El concepto básico, resumiendo, consistiría en ser muy guay, gustándote cosas distintas al resto, y encima descubriéndolas el primero. En cuanto llega el resto, lo que antes era muy guay deja inmediatamente de serlo y hay que salir corriendo a buscar otra cosa. Si no lo estoy entendiendo mal, las cosas no son guays por ser guays en sí mismas, sino porque sólo las conocen unos cuantos ungidos por el divino. Lo dicho, me agota.
Vaya por delante que el afán por ser muy guay, muy exclusivo y el primero no es sólo cosa modernos. Eso es un mal común. El problema es la demonización/ensalzamiento de personas, animales o cosas con criterios arbitrarios que escapan a mi conocimiento. Beber GTs en un tarro de mermelada puede ser lo más, pero comer hamburguesas en una franquicia podría estar penado con la cárcel.
Personalmente les compadezco, porque llegarán cansadísimos a la cama. Debe de ser un sufrimiento interno terrible gustarte las mochilas nórdicas pero que tu hijo te suplique una de Spiderman, ser fan de Bombay Bicycle Club o Travesti Afgano pero ir a una boda y darte cuenta que en tu lóbulo temporal está todo, todito, todo lo de El Canto del Loco y La Oreja de Van Gogh.  Terriblemente terrible que todo lo que comes, bebes, vistes, visitas, lees, y, atención ¡fotografías! tenga que ser la pera limonera, siendo la pera con denominación de origen y procedente del cultivo ecológico.
Y como remate paradójico, tener que odiar a los que son como tú, porque resulta que son como tú, y tú eres único en el mundo.
Lo dicho. A Ana Botella le flipa el nombre. El día del Orgullo Mainstream es un bien necesario y el primer fin de semana de mayo que no tenga boda, comunión, o bautizo, pienso celebrarlo.

martes, 18 de marzo de 2014

Cada uno lo suyo


En cuanto pasa Carnaval, me pongo a pensar en Semana Santa. Es un hecho. Así como en Navidad más o menos todos tenemos hábitos y obligaciones similares, en Semana Santa es todo más irregular. Están los que huyen a un destino remoto, los que la viven en sus ciudades o pueblos con la más absoluta devoción, los que no salen porque son cuatro días y un largo etcétera.

Preciosa ilustración de Ortiz Berrocal

Para mí Semana Santa es barbacoa. Tal cual y sin despeinarme lo digo. Para mí es barbacoa de mi padre. Hay para los que hacer barbacoa es algo habitual porque tienen casa molona, pero yo vivo en un piso y hacerla en la terraza me parece cutre. Me siento fascinada por pegarme un atracón a comer mientras mi padre, sacrificado, lo hace todo al  fuego. Y digo sacrificado porque el encargado de mantener las llamas suele ser el que peor lo pasa, las cosas como son.




He investigado (llamaré así a echar un vistazo a lo que cuenta internet) y he visto que tiene diferentes orígenes, todos americanos, de la América la de Colón. El que más me ha convencido es el origen taíno, de la zona que ahora ocupan La República Dominicana y Haití. Era una manera de asar la carne sobre un conjunto de palos puestos sobre un hueco.

Ahora hay barbacoas de lo más bonitas y estilosas. Os pongo algunos modelos repreciosos para que os animéis a usar una en vuestras terrazas y así me parecerá menos cutre y me animaré.



Debo reconocer que hay otro factor que hace que adore esta peculiar y deliciosa manera de cocinar. Canción sorpresa con joyas como: "¡Qué ricos los chorizos parrilleros!" y "Qué bueno es este vino de garrafa".  Me vais a querer mucho porque os vais a pasar el día con la canción en la cabeza.  




Nota: Semana Santa también es mona de chocolate (pronto en sus pantallas) y torrijas de las que hace la madre de mi amiga MJ que están de chuparse los dedos. 

jueves, 13 de marzo de 2014

24 horas en la Costa del Cilento


Hace dos días escribía en este blog sobre San Antón y el fin de las Pascuas, y, aunque nadie daba un duro,  aquí seguimos mi archienemiga y yo con la vista ya puesta en la Semana Santa.

Nosotras tenemos nuestros planes, cada una los suyos, pero quizá alguno de los que pasáis por aquí seáis de esas avecillas libres que aún pueden decidir sus vacaciones a un mes vista. Si es vuestro caso, aquí va una propuesta de 24 horas en la Costa del Cilento para abrir boca de lo que pueden ser tres o cuatro días memorables.

¿Dónde está el pequeño paraíso?

La Costa Amalfitana (con la isla de Capri a la cabeza) fue el exclusivo reducto italiano donde veraneaba lo más granado de la fauna hollywodiense en los años 50. Pues bien, más allá de la Costa Amalfitana, bajando con mucho cuidadito, se extiende la Costa del Cilento. Un lugar con similares características geográficas donde no llegó el glamour, pero tampoco las tiendas de souvenirs.

24 horas en el Cilento

El día comienza desayunando en la terraza del hotel Marulivo, en Pisciotta. A su dueña, Lea, le resultaba exótico que unos españoles estuvieran alojados en su hotel. Eso nos hizo sospechar.






Nos dejamos aconsejar por ella sobre dónde pasar el día, y, tras una llamada, teníamos concertada una barquita con un tal Gino para la Grutta Azurra en Palinuro. Palinuro es un pueblo con mar y leyenda. Y en el mar, muchas cuevas: la de los huesos por los restos de huesos de animales atrapados en el techo, la de la sangre por el color rojo de sus paredes, la de los monjes por las estalagmitas y estalactitas que se han ido formando con el tiempo... y entre ellas, destaca la Gruta Azul, por el espectacular tono del agua. 


Cueva de los huesos donde nos dimos El Chapuzón del verano.

Cueva Azul. La luz que consigue el efecto azul eléctrico proviene del exterior de la cueva y se refleja en el fondo provocando un espectacular fenómeno que nada tiene que envidiar a la Gruta azul de Capri. Sin filtros. Y lo más importante, sin gente.

Gino manejaba nuestra barca, como la canción.

Cabo Palinuro. El pobre Palinuro, volviendode Troya, cayó en esas aguas dormido por Somnus, y murió. O eso cuentan en la Eneida.
Tras descansar un rato en el lido, o sea, las tumbonas de la playa de Palinuro, la siguiente parada fue en Scario, para comer en un chiringuito muy apañado (U'Zifaro) con vistas al puerto.


Pasta vongole y pescadito. En la Costa del Cilento se come bien y barato

A riesgo de que algo muy malo nos pasase en el futuro, desafiamos a todas las guías y, en lugar de parar en Sapri, seguimos recto hacia Maratea en busca de un oasis: La Locanda delle Nona Monache. Se trata de un antiguo monasterio reconvertido a hotel, donde, a base de GTs, conseguimos que nos dejaran usar la piscina.  Ni un alma en el convento.


No era una piscina infinita, de esas horteras que me encantan, pero se le aproximaba bastante.

A lo Río de Janeiro, en Maratea tienen un Cristo Redentor que aporta un aspecto bizarro al conjunto.



En Maratea, como en tantos lugares de Italia, uno nunca sabe donde acaba la cochambre y empieza el encanto.        




El día termina donde empezó, cambiando el zumo por vino, viendo atardecer en la terraza del hotel Marulivo.



Gracias a nuestra amiga Lea, por la noche vinieron a buscarnos desde un restaurante (Per Baco), situado a escasos kilómetros de Pisciotta. Un establecimiento familiar, con aspecto de casa de campo y cantidades ingentes de vino en su interior, en cuyo porche terminamos cenando al aire libre.

La Costa del Cilento es un lugar sencillo que se va disfrutando despacio a medida que pasan las horas. No cuenta con los grandes hoteles ni el lujo occidental (infinitamente mejor que el asiático) de su hermana rica, la Costa Amalfitana. Ni falta que le hace. A su favor, tiene la paz y el regusto de lo auténtico.

Sin embargo, nada es casual, y hay una razón para que Lea no tuviera españoles entre sus huéspedes... Algo hay para que las hordas turistas no hayan arrasado hasta con el Cristo Redentor, algo que se resume en dos palabras: carreteras infames (e infinitas). Distancias de pocos kilómetros para las que se necesitan horas. Carreteras de un solo sentido con semáforos en mitad de la nada. Desprendimientos. La aventura es bonita, pero también algo incómoda. Y quizá peligrosa.

Pero habrá merecido la pena. Siempre.

Precaución, amigo conductor, el Cilento es peligroso.






Y, por supuesto, tras estas 24 horas, la Costa del Cilento es mucho más... es la terrible colina de Castellabate y el fortín de piratas en su playa, la cuna de la dieta mediterránea en la plaza de Pioppi, las ruinas de Velia, y las mucho más espectaculare ruinas de Paestum (muy similares a las sicilianas). De todo esto podemos hablar otro día, pero, si a alguien le interesa, puede encontrar información aquí y aquí.



 



lunes, 10 de marzo de 2014

El segundo sexo*

El sábado fue el día de la mujer trabajadora y no pienso entrar al trapo de si es o no necesario, de si no existe el día del hombre o de si chúpame el moño, querido. Lo es y punto. Que ser feminista os parezca más o menos pasado de moda me da igual. Las mujeres tenemos un día porque históricamente hemos sido, y aún somos, menospreciadas por razón de nuestro sexo. 


Últimamente tengo la sensación de que el hecho de ser mujer se plantea sólo  ligado a la maternidad. Me parece muy curioso, y sospechoso, que se reduzcan a este único aspecto todas las diferencias que existen entre hombres y mujeres.

En cuanto a la maternidad, en los tiempos que corren veo dos tendencias extremas y claramente opuestas (hay una extensa y obvia variedad entre estos polos, que nadie se ofenda, por favor): por un lado están las madres que reivindican con uñas y dientes su posición en el mundo laboral con un consiguiente "abandono" de sus hijos a ojos del mundo; por otro lado tenemos a las que se quedan en el hogar para cuidar de sus retoños y tenerlos colgando de la teta 3 años. Pues a mí todo me parece estupendo, en serio. Que cada una sea la madre que quiera ser pero el feminismo no habla de madres: habla de MUJERES. Porque también hay mujeres que no son madres, ¡sorpresa!, ni lo quieren ser, ¡doble sorpresa!



Para mí el feminismo es que no digas que tu marido/pareja, si lo tienes o lo quieres tener, te "ayuda en casa". ¿Perdona? ¿Ayudar? ¿Es que tienes una marca a fuego en el lomo que ponga "limpieza"? Yo no. Feminismo es que un tío no te suelte un comentario machista y te quedes con cara de tonta por no parecer una borde o una radical. Feminismo es que entiendas que puedes hacer con tu vida lo que te dé la real gana y que así debería ser para todos, hombres y mujeres. Que eso es el feminismo para mí, reivindicar que somos diferentes, pero que debemos tener los mismos derechos.




Nota: este post lo escribí el viernes. Ayer vi la portada de Smoda que muestra lo que yo os digo: que ser mujer es ser madre. ¡Y una mierda! Yo era mujer muuucho antes de tener a Moneypenny. Jamás me definiría como madre. Es algo que soy pero igual que soy hija o nieta y ello jamás me ha definido. Por lo obvio. 

*A falta de inspiración he tomado prestado, con todo el descaro del mundo, el título de un ensayo de Simone de Beauvoir. 

miércoles, 5 de marzo de 2014

De terrazas y sillas

Con los idus de marzo a la vuelta de la esquina, y harta de este invierno feo con el que nos ha tocado bailar, mi corazón espera, a lo Machado, otro milagro de la primavera. Pero que nadie se confunda. No soy yo de almendros en flor ni ramas verdecidas. Mi alma prosaica lo que quiere es sentarse, por fin, en una terraza. Una terraza de las de verdad, de las que te da el sol en la cara y ves las nubes. Una terraza, sí. No una tienda de campaña urbana salpicada de camping gas. No una cueva de plástico subterfugio del Marlboro. Una terraza.

No pido mucho. Ni vistas al infinito, ni pérgolas de ensueño.Cuatro mesas y sus correspondientes sillas tiradas en una acera me sirven. Eso sí, la silla importa. La silla és el elemento diferencial en muchas terrazas urbanas que poco más tienen que aportar. Lo mínimo es que sean cómodas y, a ser posible, que no lleven publicidad.

Siendo España uno de los países con más bares y terrazas por metro cuadrado, no resulta extraño que dos de los diseños de sillas más utilizados sean nuestros.

La silla Toledo, diseñada en 1986 por Jorge Pensi, es una reinterpretación de la silla de terraza de toda la vida. Realizada totalmente en fundición de aluminio, de agradable estética, y sin dejar aparte la funcionalidad con un dibujo calado que dejara pasar el agua al estar destinada al exterior, llegó a convertirse en un icono del diseño español. Es la única silla española en la colección del Museo Vitra. Ahí es nada.


En 1989, Jorge Pensi diseñó la silla Orfilia para Thonet, a quien dediqué mi primer post en solitario este indescriptible blog que, por razones que escapan a mi entendimiento, nos seguimos trayendo entre manos mi archienemiga y yo.

Y aún tenemos otra joya entre los diseños patrios. Se llama silla Barcino pero, internacionalmente, por aquello de no molestar mucho a la neurona, se conoce como Spanish Chair. La diseñó Joan Casas en 1965. El "chasis" lo conforma un tubo de aluminio anodizado. El asiento y el respaldo originariamente eran de enea trenzada y ahora de plástico, que aguanta mejor.

Esta silla, elegante y perfecta, que ha llegado a los confines de la tierra y que está considerada una de las cien mejores del mundo mundial, sólo tiene un problema: las copias.


¿Cuál prefieren ustedes? Si ayuda para decidirse, 700€ cuesta la primera (editada por Amat) y 220€ la segunda (Indecasa). Yo, a estas alturas, lo que realmente quiero es una cervecita y una puesta de sol. 







lunes, 3 de marzo de 2014

Salario diferido

Tengo un post a medias y por no acabarlo he decidido empezar otro. Maravillosa idea. Creo que fue cosa de mi archienemiga lo de escribir un post por semana y yo, esta condena, sin cobrar, la llevo fatalísima.


No os voy a hablar del trauma que tengo por no estar ganando dinero con esto del blog. Os voy a hablar de lo mal que me parece que la gente haga cosas gratis. Ahora todos diréis “¡catalana!”, pues puede que sea por eso, pero primero dejad que me explique.

A mí me parece muy bien que cada uno emplee su tiempo libre en lo que más le apetezca, faltaría más, pero me parece de mal gusto la gente que realizce trabajos sin cobrar. Evidentemente me refiero a labores sin finalidad altruísta o benéfica. Me explico mejor con un par de ejemplos.

Ejemplo 1: Me parece más que estupendo, por ejemplo, que un padre/madre tío/tía abuelo/abuela que se dedique al periodismo participe en la jornada deportiva del colegio de sus hijos pasando allí su mañana de sábado. En cambio no me parece tan bien que este mismo sujeto, que recordemos cobra por escribir, realice un texto gratis para la revista Talpascual, de la que el dueño saca beneficios y en la que nadie cobra.


Ejemplo 2: Tampoco me parece bien que un señor o una señora participe de forma gratuita en un programa de televisión o radio con una sección fija (no me refiero a ser entrevistado) con la única finalidad de pasar el rato y quizás darse a conocer. Hablamos de una persona que tiene un trabajo diferente y bien remunerado.



Podría dar muuuchos más ejemplos, y algunos tremendos, del medio audiovisual. Porque todos sabemos de actores de renombre que participan en un cortometraje sin cobrar, por lo que sea (motivos no faltarán y a cual más digno: el guión es buenísimo, cuentan con pocos recursos...), pero a su vez hacen que los demás que participan se vean obligados a poner su mano de obra sin remuneración y con la única esperanza de que tenga éxito gracias al generoso actor. Y si alguien pretende cobrar se le dice “este mundo es así”.

Me hacen mucha gracia esas ofertas de trabajo en la que pone que es remunerado. Despiertan en  mi mente expresiones poco elegantes e impropias de mi dignidad como “¡nos ha jodido la perra!” y un largo etcétera. 
Perdonen ustedes, pero el tema es para esto y mucho más.

Ilustración de Jack Faulkner y texto de Muriel Stanek. 

Una cosa es hacer favores, no me considero mala del todo en ello, y  otra hacer gratis el trabajo por el que otro podría y debería cobrar.

Y poco más puedo añadir.
Seguramente el post que tengo a medias hubiera sido mejor.