martes, 5 de enero de 2016

El desencabronador

Suelo llegar tarde a todas partes, excepto a la estación. Genéticamente estoy programada para aparecer en Atocha con tiempo suficiente de haber cogido el tren anterior que viaja a mi destino. No es culpa mía sino de mis padres, ya les digo que es genético. Recuerdo haberles contado a ustedes en alguna ocasión que si a algún sitio llego especialmente tarde es a las modas, que me pasan por encima sin saludar. Sin embargo, a la moda de Twitter llegué puntual. Leí el otro día que Twitter tocó techo en 2012 y yo me abrí la cuenta el 31 de diciembre de 2011. Por los pelos.

Toda una legislatura llevo entrando a diario en esta red social durante la que me ha dado tiempo a clasificar encabronados y encabronadas. Disculpen ustedes si a partir de ahora uso únicamente el plural genérico masculino, pero "encabronados" es ya una palabra de doce letras y repetirla así a lo tonto me parece eso, una tontería.

Los hay inofensivos como el encabronado desfogador. Esas gentes que se meten en Twitter a soltar cuatro mayúsculas al aire porque han tenido un mal día: les han roto un piloto del coche, se les han colado en el supermercado o les ha bajado la regla (ah, no, que esto último suena machista, lo retiro). En definitiva, entran a protestar por cosas que al resto se las trae al pairo pero a ellos es tan terapéutico como tomarse una copa de tinto. Yo les recomiendo mejor el tinto, con moderación, sin aspiraciones hipolipemiantes sino meramente relajantes, y a ser posible, Ribera. 

Luego viene un escalón más cansino, que es el encabronado activista. Aquellos que por su causa matan, bien sea su causa política, empírica, onírica o poética. Twitter, además, es el caldo de cultivo perfecto para que todos los que sufren por los pollitos enjaulados (por poner un ejemplo manido y no herir susceptibilidades) se encuentren y se retroalimenten. También es el caldo de cultivo perfecto para que todos los enjauladores de pollitos (por seguir con el ejemplo) también se encuentren y se retroalimenten. Y cuando se encuentran los enjauladores de pollitos con los antienjauladores de pollitos, se zurran y ya está. También lo deben de encontrar terapéutico a juzgar por la cantidad de tiempo que invierten en ello. A estas gentes no les recomiendo tinto, sino directamente aguardiente. Pero de los de verdad, sin mariconadas de cremas de orujo. Orujo a secas del que te lo tomas y convulsionas un poquito la boca involuntariamente en plan brrrrrrr. De ése.

Por último, el más profesional: el encabronado crónico. Dícese de aquel gachó del arpa que no necesita periodo menstrual (ups, otra vez) o pollito enjaulado para encabronarse. Vive indiscriminadamente encabronado. Lo disfruta. Es la versión 2.0 del enanito gruñón de Blancanieves y, al final, hasta le coges cariño. De esta última especie sigo a varios desde hace años. Sus exabruptos son tan cíclicos y previsibles como los tweets patrocinados. Y no, no les doy unfollow ni les silencio porque en el fondo, para mí son todo un ejemplo. Su eterna e indiscriminada bilis no es sino un reflejo de su frustración y, con perdón, de su mierda de vida. Todo un estímulo para no caer en su tentación más líbranos del mal. Amén.

No se confundan conmigo. Bien sabe cualquiera que me conozca que los mensajes buenrollistas me provocan más ronchas que el albariño. Que soy de natural pesimista y la botella no la veo medio vacía, sino medio rota. Sin embargo, ahora que empieza el nuevo año y los deseos de felicidad flotan en el aire, les deseo a todos los encabronados, sean de la intensidad que sean, que se busquen a alguien. Y si no lo encuentran, que lo paguen. Me refiero a un psicólogo, a ver en qué estaban ustedes pensando. 

El desencabronador que los desencabrone, buen desencabronador será. Aunque sea un coach, ea.

martes, 14 de julio de 2015

Desconfía que desconfiarás

Que no haya publicado en el blog de culto en meses no significa que no piense en él. De hecho pienso cosas a diario que provocan un "digno de post" en mi cabecita loca. 

Ser profesora implica estar rodeada de mucha gente a lo largo del día, de la semana, del mes... Hablas con otros profesores, alumnos, padres, personas humanas en general. Las anécdotas se acumulan, las reflexiones se agolpan y las teorías se amontonan. A veces soy consciente de ello y a veces no (Moneypenny me ocupa el resto del tiempo y, por suerte, hace que deje fuera de casa casi todo lo referente al ámbito escolar). 




Al grano. Tengo una compañera rejoven y repreciosa a la que adoro desde el primer día porque tuvo a bien mentirme y decirme que le recordaba a Juliette Binoche. Yo le dije "sé que no es verdad, pero eres mi preferida desde ya", y la verdad es que se mantiene en el título. Bien, pues M (la llamaré así como en la canción de Los piratas) me dijo los últimos días de curso "me encantan todas tus teorías de desconfianza". Me explico: resulta que, sin ser del todo consciente, tengo una larga lista de enunciados tipo:

"Desconfío de la gente que..." del tipo aquellos muñequitos de "Love is".


Tras este rollo, me dispongo a enumerar algunas de mis sentencias:

1.- Desconfío de la gente que no se lava las manos después de ir al baño. Por lo obvio.

2.- Desconfío de la gente que no se lava las manos antes de comer. Por lo obvio también.

3.- Desconfío en extremo de la gente que encadena los puntos 1 y 2.

4.- Desconfío de la gente que se pone etiquetas que creen interesantes del tipo "pija" o "hipster". Sobre esto sé mucho y así me acredita la página 196 del libro de mi afamada archienemiga.



5.- Desconfío de la gente que añade sal a la comida que le sirven sin haberla probado antes. Sobre este punto os diré que creo que tiene algo que ver con desajustes del sistema nervioso. Igual Marián sabe algo al respecto.

6.- Desconfío de la gente que come en cualquier lugar o que se pasea con un bocadillo en la mano. Esto, juro que no es por los alumnos.
7.- Desconfío de la gente que ha nacido en los 80 y no sabe qué película es "Armas de mujer".




8.- Desconfío de las mujeres modernas a las que el marido/pareja "ayuda mucho en casa". Este punto dará lugar a un nuevo post "La tiranía del lenguaje" y todo gracias a Vero, @veroset.

9.- Desconfío de la falsa modestia. Si has hecho algo muy interesante como publicar un libro, sin ser la remolona de mi archie, me lo dices y te aplaudo subida en una silla.

10.- Desconfío de la gente que no tiene pudor alguno en mostrar su ignorancia. Una cosa es ser un "fanfa" (que diría mi abuelo) y pasar por lo que no eres, pero no hace falta admitir que no sabes cosas que deberías sin apuro alguno.

Dejo este post en un Decálogo*, porque si la Boticaria se compara en su libro con el hijo de Dios, yo, por lo menos, con Moisés que sale antes. 

*El amigo Kieslowski lo hizo antes y no se le dio mal. 





Y ahora, como clon de Juliette Binoche y mujer que existe desde 1980, os pregunto por vuestras desconfianzas.




NOTA: Se que esté post guarda estrecha relación con María Manías, pero una es lo que es y lo que ves es lo que hay, o al revés como en la canción de Miguel Bosé. Os dejo con el temazo de Los piratas




martes, 6 de enero de 2015

Frivolidades traigo



Cuando la gente empieza un blog suele ir de modesta y decir aquello de que lo hace sin pretensiones, sólo por divertirse, sólo por compartir. Blablabla. 

Todo mentira.

Cuando cualquiera empieza un blog tiene la mínima pretensión de que alguien lo lea. Para lo demás ya está la satisfacción del “querido diario…”. Por cierto,  en este blog la que habla de libros es mi archienemiga pero ya que salen a colación los diarios, me he acordado de “Diario secreto de Susi, diario secreto de Paul”, un libro de Barco de Vapor bastante cursi que marcó mi infancia. Quedaría mucho mejor decir que marcó mi infancia La Historia Interminable pero la verdad es que fue ese nunca bien ponderado libro de la serie naranja. Y reconozco sin pudor que Momo, ya que estamos con Michael, me pareció un coñazo soberano.

Volviendo a las pretensiones. Nosotras queríamos que nos leyera mucha gente y ganar mucho dinero con el blog (más o menos como viene sucediéndole a todos los blogueros de pro que conocemos). Un año después, no hemos conseguido ni lo primero ni lo segundo. Pero, ojo, porque no hemos querido.

Lo segundo, lo de la pasta, es fácil de explicar: nos escribió un señor muy amable de Georgia empeñado en regalarnos una cifra indecente de dinero a cambio de unos pocos datos. Como somos muy dignas no se los dimos. Pero que sepáis que, hoy por hoy, podríamos ser ricas.

Lo primero, lo de la fama, tampoco es difícil de entender: teniendo en cuenta que no hacemos nada, absolutamente nada de todo lo que he escuchado en los eventos blogueros a los gurús que hay que hacer para tener visitas, lo raro sería que lo petásemos.

Siendo este el balance de las cosas materiales y superficiales que, por supuesto, son las que fundamentalmente nos preocupan, hace meses que decidimos entregarnos a las mieles de ser un auténtico blog de culto. Y se nos da fenomenal. Sobre todo a mí, que llevo sin publicar desde el diez de julio.

Hoy vuelvo aquí para comentaros un par de cuestiones que me agobian. Ya sabéis que en este blog no vivimos al filo de la noticia de alto impacto pero a mí me agobia ahora y no me agobió la temporada pasada. Es lo bueno del blog de culto, que una puede preocuparse y atribularse atemporalmente.

Recientemente he sufrido en mis carnes dos tendencias que me espantan y que parecen fascinar al personal. Como somos tontitos, lo importaremos rápidamente (insisto, si no lo hemos hecho ya) y por eso creo conveniente que estemos todos atentos.

Mi primer espanto sobrevino el día 31 de diciembre en el MoMA, visitando el lugar donde en tiempos pasados (siempre mejores, claro) levité frente a varias sillas de esas que me gustan. Yo llegué allí buscando las sillas (llevaba todo el día dándole el coñazo a mi familia con ver las sillas) y lo que me encontré fue con algo parecido a los recreativos de mi pueblo. Si mi pueblo tuviera recreativos, que me he venido un poco arriba.

Resulta que ahora los videojuegos se consideran arte y en el MoMA han decidido hacer hueco donde antes había sillas y en su lugar colocar el Street Fighter. Mi marido, que es un ciudadano tranquilo al que todo le viene bien, lejos de indignarse se echó una partidita con mi hermano. A mi hermano no suele venirle todo bien y, además, se le presupone algún conocimiento de arte, pero también pareció preferir el Street Fighter a las sillas.

Yo deambulaba por la sala buscando algo con cuatro patatas aunque fuera de los Eames (en ese nivel de desesperación estaba), pero no. En su lugar encontré esto como símbolo de cultura Pop o a saber de qué podría considerarse símbolo. 

La decepción tenía una imagen.


¡Un sillón hinchable! ¿Qué tipo de broma pesada era esa? No era. Es. Es de mal gusto. Yo no tengo nada en contra de los videjuegos y he estado enganchada a muchos. Pero que alguien pueda inclinarse por las maquinitas en la guerra sillas vs maquinitas no me indigna, me indigesta.
Sinceramente, fue un disgustazo para terminar el año del que afortunadamente me sobrepuse gracias a una conveniente barra libre nocturna. Eso sí, yo perdono pero no olvido. Desde el 31 de diciembre el MoMA me parece tan coñazo como Momo.

Qué humor el mío.

El segundo espanto es la absurda moda de los lugares secretos. Siempre ha habido lugares secretos. Vale. Funcionaban con contraseñas que corrían de boca a boca, gracias a las cuales podías acceder a antros donde tomarte una copa o comerte unos espaguetis. Bien. Tenía su gracia o incluso su lógica dada la dudosa legalidad de algunos de ellos.

Lo que no tiene su lógica son los locales donde se juega a imitar la época de la Ley Seca cuando ahora uno puede emborracharse dónde y cómo le dé la gana (más o menos). Y lo que tiene menos lógica todavía es que para acceder a esos locales secretos haya que hacer una reserva en un número que se obtiene en un lugar tan secretísimo como internet. En la propia página web del lugar secreto.

Bueno, pues fui a dos de esos sitios. En el primero, que abría a las cinco de la tarde, el “secretismo” iba con retraso y no nos dejaron entrar hasta y diez. Ni a nosotros, ni a otras quince personas que también tenían la misma reserva secreta y que hacían cola en la calle con nosotros de forma secretísima también.

El sitio era muy chulo, con sus reservaditos y sus cortinitas. Por lo visto, hace algún que otro año, la ley de un señor llamado Raines impedía beber a los ciudadanos en lugares que no fueran hoteles. Debido a aquello, empezaron a proliferar falsos hoteles con minúsculas habitaciones para salvar el obstáculo de la ley y poder servir bebida. Habitaciones en las que evidentemente no se alojaba nadie y que algún avispado rápidamente reenfocó hacia lupanares.

Garito turbio, secreto y moloncísimo, claro.


Hasta aquí, todavía bien. La cosa se complicó cuando llegamos al segundo garito secreto cuya puerta estaba elegantemente decorada por una torre de bolsas de basura que habrían hecho las delicias de Mrs. Primark. Además de tener que saltar las bolsas de basura para llamar, bajar unas escalerillas y llamar a la puerta de un sótano, resultó que allí no había nadie. Sólo un número de teléfono donde podían llamar los repartidores de bebidas (que por lo visto también debían desorientarse bastante con tanto secretismo).
Por supuesto, por allí deambulaban también otros secretísimos despistados como nosotros buscando el local. Gente que nos miraba cómplice en plan “vosotros también lo sabéis”. Lo sé, estáis pasando vergüenza ajena todos. Por eso es importante que valoréis mi sinceridad y mi afán por manteneros a salvo.

Y antes de que salte el que todo lo sabe y diga que en Madrid también hay algún local que juega con la broma del falso secretismo, le diré que sí, y que Club A de Arzábal (que me descubrió la que todo lo descubre, Me gusta mi barrio) es desde hace unos meses uno de mis nuevos sitios favoritos para acabar la noche. Pero, queridos, no hay color.  Su puerta es muy elegante, en lugar de bolsas de basura hay un portero muy amable y además ponen unas bolas de chocolate con las copas que ellas mismas valen la visita.  Ah, y un detallito que particularmente valoro: no ponen los hielos con la manaza llena de secretas bacterias como lo hacen allende los mares.

Con el ascazo que me da a mí la mierda secreta de las uñas ajenas.

Aquí lo dejo, que estamos de aniversario y mi archienemiga y yo tenemos mucho que celebrar. Disfrutad de los regalos de Reyes aunque siguiendo esa máxima absurda de “los regalos se dan en Papá Noel para poder jugar en Navidad” supongo que ahora sólo tocarán calcetines y jerseys.

Que Melchor reparta suerte.

Un año de amor


Estamos de celebración. Hace ya un año que Boticaria García y servidora hicimos pública nuestra enemistad. Me consta que ambas dos (redundancia exquisita) tuvimos la intención primera de escribir con más frecuencia, pero no ha podido ser. 




Estoy orgullosísima de nuestro pequeño blog y sobre todo (separado cuando no es una pieza de abrigo) de los fieles lectores. Ahora esto va a parecer un tópico pero no lo es, porque yo soy mucho más de un buen "Collige, Virgo, Rosas" o de un trabajado "Ubi sunt?". Los lectores habéis convertido este blog en un blog de culto. Y todos sabemos que no es de culto por la calidad de sus contenidos sino por la calidad de sus comentarios. Esto es así y hasta Ismael Serrano lo sabe aunque se resista a poner un banner.



Quiero aprovechar este post para cambiar radicalmente de tema e insultar públicamente a los humanos que manipulan las palabras de otros humanos ya fallecidos para convertirlos en emisores de mensajes de optimismo estúpido (a veces llamado coaching) o en  afirmaciones dignas del famoso Paulo Coelho. Me parece exquisito que cada uno se tome la vida con el humor que más le convenga, pero que pongan una frase de Don Miguel de Unamuno y Jugo como si se tratase del fundador de Mr.Wonderful, no. Por ahí no paso. ¡No tenéis vergüenza alguna! 




Y ya que estoy tratando temas sin relación alguna, os voy a contar que desde el pasado día tres de enero estoy planeando ponerme en contacto con la organización que gestiona y otorga los Premios Nobel para proponerles el "Nobel de Listo". Tenéis que reconocer que las categorías actuales (lite, paz, medicina, química, física y economía) son demasiado específicas y no contemplan la sabiduría general de ese tipo de personas anónimas que se quieren colar en cualquier cola, aconsejarte sobre cualquier tema y votan un secretario general de partido de veintitrés años. Podéis uniros a mi causa. 

Hasta aquí el post de primer aniversario. Gracias por todo. Una canción.





miércoles, 31 de diciembre de 2014

Las archienemigas les desean...


¡Feliz 2015!

Gracias a todos los lectores de este pequeño y querido blog de culto. Os deseamos lo mejor y la paz en el mundo.


¡Los micrófonos!